miércoles, 7 de septiembre de 2011

¿Por qué los asiáticos se deprimen menos que los occidentales?


Desde hace cincuenta años que la depresión y el estrés aumentan a gran en USA y Europa, así como también los trastornos físicos a dichos estados.

No obstante, esta misma situación no se ha producido en , donde - descartando el factor de las diferencias culturales - la depresión es doce veces menos (Weissman, Bland et al.).

La explicación parece radicar en los hábitos alimenticios, tal como lo expone el investigador y psiquiatra francés David Servan-Schreiber en su Curación Emocional, quien concluye que puede que la medicina tibetana tenga razón: la depresión podría muy bien ser una enfermedad tanto del cuerpo como del espíritu.

Las dos terceras partes de nuestro cerebro están formadas por ácidos grasos, siendo los llamados omega-3 los más importantes, los cuales se encuentran en ciertos alimentos, especialmente en los pescados y mariscos.

La sociedad occidental fue dejando paulatinamente de consumir dichos ácidos, en tanto que en los países asiáticos se los siguió prefiriendo. A pesar de que se lo ha incentivado, todavía el consumo de omega-3 en Europa es la mitad de lo que era antes de la segunda guerra mundial (Stordy y Nichool). Y, justamente fue durante este período que se incrementó tan considerablemente la depresión (Klerman y Weissman).

Por otro lado, en occidente fue aumentando ostensiblemente el consumo de los ácidos grasos esenciales llamados omega-6, los que se encuentran en varios aceites vegetales, en la carne y en casi todos los alimentos industriales. El exceso de dichos ácidos produce reacciones de oxidación y de inflamación (Endres y Ghorbani).

Las más relevantes enfermedades crónicas en auge en los países occidentales, tales como el cáncer, las enfermedades vasculares y las autoinmunes, se ven agravadas por los procesos inflamatorios (Rudin). A su vez, el estrés contribuye significativamente al desencadenamiento de tales reacciones inflamatorias (Smith).

Dada la sorprendente concordancia entre altas tasas de mortalidad por enfermedades cardiovasculares (Liu, Stamler et al) y alta incidencia de depresión (Weissman, Bland et al.), se puede suponer la existencia de causas comunes.

Desde que se empezó a estudiar la dieta mediterránea, alta en omega-3, se sabe que estos ácidos grasos protegen al corazón (De Lorgeril, Renaud et al.), reforzando la frecuencia del ritmo cardíaco y protegiéndolo de las arritmias (Christensen y Schmidt). Trabajos posteriores han mostrado que el reforzamiento de la frecuencia cardiaca disminuye la depresión (ver en Servan-Schreiber); por tanto, resulta lógico pensar que las enfermedades cardíacas y la depresión han evolucionado interrelacionadamente en aquellos países donde se consume poco pescado. Actualmente la proporción omega-3 versus omega-6 en occidente varía entre 1-10 y 1-20 (Stoll y Locke).

En conclusión, podría decirse que el cerebro es un motor de elevadas prestaciones concebido para funcionar con un combustible muy refinado, mientras que ahora nosotros le hacemos funcionar con gaseóleo de mala calidad (Settle). Recientemente se han reportado esperanzadores resultados respecto a la superación de la depresión, el estrés y las enfermedades asociadas, gracias a cápsulas de omega-3.

Para lograr un efecto antidepresivo, hay que ingerir diariamente entre 1 y 10 gramos de la combinación de DHA (ácido docosahexainoico) y EPA (ácido eicosapentanoico), las dos formas de omega-3 habitualmente presentes en el aceite de pescado. Los más eficientes son aquellos que contienen una mayor concentración de EPA que de DHA (Stoll; Horrobin). En el mercado chileno existen cápsulas con distintas combinaciones entre estos dos elementos.

Resultados de algunas investigaciones:

Al compararse los escáneres de antes y después del consumo continuado de omega-3, las imágenes cerebrales muestran que el metabolismo cerebral se modifica, es decir, cambia la estructura del cerebro (Puri)

Si aumenta el consumo de grasas poliinsaturadas, las neuronas se tornan más fluidas, más flexibles y la comunicación entre ellas más estable (Barton; y Bourre, Bonneil et al.)

Experimentos con ratas muestran que, si se les suprimen los omega-3 de su alimentación, en semanas se vuelven ansiosas, se aterrorizan en situaciones de estrés y no aprenden tareas nuevas (Chalán, Delion et al.)

En los esquimales, que asimilan 16 gramos diarios de aceite de pescado es mayor la producción de neurotransmisores (especialmente dopamina) asociados a la energía y al buen humor (Bang, Dyerberg, et al.)

El consumo frecuente de pescado (más de dos veces por semana) está asociado - en la población general - con un menor riesgo de depresión y con una disminución de pensamientos de hastío de vivir (Tanskanen, Hibbeln et al.)

En los Países Bajos, se encontró que las personas mayores de 60 años que tenían altos niveles de omega-3 en su sangre, presentaban una menor probabilidad de deprimirse (Tiemeir, van Tuijil et al.)

Los omega-3 mejoran una amplia gama de síntomas depresivos tales como la tristeza, la falta de energía, la ansiedad, el insomnio, el descenso de la libido y las tendencias suicidas (Peet y Horrobin)

La relación existente entre depresión y una tasa demasiado baja de omega-3 se demuestra en los siguientes hallazgos:

Los pacientes deprimidos cuentan con reservas más debiles de omega-3 que los sujetos normales (Maes, Smith et al.)

Cuanto menor es la cantidad, más graves son sus síntomas (Adams, Lawson et al.); y, cuanto mayor es la cantidad, menor es la tendencia a deprimirse (Edwards, Peet et al.)

Se ha encontrado que, "en las jóvenes de humor cambiante, que a menudo se sienten fuera de control y cuyas relaciones amorosas son dolorosas y difíciles, un suplemento de omega-3 contribuía a reducir los síntomas depresivos, así como las actitudes agresivas" (Zanarini y Frankenburg)

En ciudades donde el consumo de pescados y mariscos es alto, como en Japón, Singapur o Malasia, la incidencia de depresión post-parto es mucho menor (Hibbeln; Hornstra)

En trastornos bipolares se ha logrado que, consumiendo 9 cápsulas diarias, la depresión desaparezca en pocas semanas y que la reincidencia de episodios sea baja (Stoll).

Los omega-3 estabilizan el humor y alivian la depresión (Stoll; y Nemets, Stahl, et al.), También se ha constatado que estas cápsulas no engordan. El Dr. Stoll encontró que pacientes bipolares incluso habían adelgazado un poco. Al parecer, la manera en que el cuerpo utiliza los omega-3 limita la formación de tejido graso.
Los omega-3 disminuyen las depresiones en esquizofrénicos (Peet, Counsell, et al.)
 
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